Reflexion

"Yo veo la vejez como un enriquecimiento, como un acumular saberes y experiencias. Pero también como una conservación de la vida. Y mientras se vive, se mantiene la capacidad de entusiasmo. Mientras se vive hay que esperar la vida cada día".
Vicente Aleixandre

28.5.13

En el mundo hay 27 millones de enfermos de demencia sin diagnosticar.


El 75 por ciento de los enfermos no están diagnosticados porque muchas veces sus síntomas pasan por ser «cosas de la edad».
 
«Ya está el abuelo contando batallitas». Cuántas veces habremos escuchado esta frase sin reparar en que, en ocasiones, el abuelo no tiene ya una buena memoria reciente, pero sus recuerdos históricos perduran más vivos que nunca. Porque, con la demencia, solo la esencia de la persona permanece.
Aproximadamente, las dos terceras partes de los enfermos tienen más de 80 años y este trastorno no suele darse antes de los 65, de ahí la dificultad en hacer un diagnóstico temprano, ya que la mayoría de los familiares piensan que ciertos fallos de memoria son normales a determinadas edades y los dejan pasar.
Pero esto no es así y reconocer los síntomas es importantísimo para acudir cuanto antes a un médico, ya que estas enfermedades no tienen cura, pero sí un tratamiento farmacológico y terapéutico que puede ralentizar su evolución.
Las demencias son un conjunto de patologías con síntomas muy diferentes, pero la doctora Cruces Carmona, del centro especializado Residencial Puerta de Hierro de Sanitas, afirma que «entre los primeros signos de alarma se incluyen, no solo los lapsus de memoria sino también otros como los cambios conductuales y emocionales, la pérdida de vocabulario o la incapacidad para realizar movimientos finos».
Reconocerla en un familiar
Ante la posibilidad de que la persona con la que convivimos tenga demencia «es aconsejable llevar un diario para contemplar el cuadro que se desarrolla y así obtener una sensación real, algo que nos haga pensar cosas como 'esto no es lo que hubiera esperado de mi padre'», aconseja el psicólogo clínico Graham Stokes, director del Departamento de Demencia de la British United Provident Association (BUPA).
«También comienzan a fallar en autocuidados básicos, por ejemplo. Y, conforme se agrava la enfermedad, veremos que el paciente involuciona hacia ‘la etapa de bebé’», explica la doctora Carmona.
La psicóloga María Fernández de Caleya, especialista en Gerontología, señala la importancia de los cambios de humor que tanto enfadan a veces a los familiares al no comprenderlos: «Al principio es el propio enfermo el único que es consciente de sus síntomas. Suele tender a ocultarlos, pero se siente muy vulnerable. Por eso se ponen a la defensiva, porque se dan cuenta de estar más torpes. Además se sienten muy asustados».
Por eso los familiares deben observar todo muy bien y, una vez detectada lo que cree que es una demencia, acudir primero él solo a hablar con un médico para que le aconseje qué hacer.
Después, el médico de familia diagnosticará la demencia haciendo algunas preguntas para comprobar si existe un problema de memoria. Es lo que se llama «memoria significativa» (¿Dígame los nombres de sus hijos? ¿Toma pastillas por las mañanas? . Si tras eso piensa que hay un problema de memoria pedirá un análisis de sangre, un examen físico y una revisión de las medicinas que está tomando por si pudiese haber algo denominado «delirio», que podría causar fallos de memoria.
Descartado que sea otro problema de salud, remitirá el caso a un especialista que practicará unas pruebas más detalladas y en mayor profundidad, lo que podría implicar un escáner cerebral por IRM o un TAC, explica el doctor Stokes.
Al acudir a un especialista lo más importante que puede hacer el cuidador es nunca tener miedo de hacer preguntas. Además, el experto le va a dar mucha información que conviene apuntar, ya que esta va a ser su mejor arma en el futuro.
Detección de la demencia
Según el Informe Anual sobre el Alzheimer 2011, «en los países con altos ingresos, apenas el 20 por ciento de los casos de demencia son reconocidos y documentados en los cuidados primarios», cifra que baja hasta el 10 por ciento en los países de medianos a bajos ingresos.
De hecho, el informe incide en que hasta un 75 por ciento de los 36 millones de personas en todo el mundo que padecen una demencia no han sido diagnosticados, por lo que no se benefician del tratamiento necesario.
Por eso es tan importante el descubrimiento hecho este mes por científicos de la Universidad de Nottingham, capaces de detectar a través de un simple análisis de sangre si una persona tiene Alzheimer. «Lo identifican a través de una serie de marcadores de amiloide y de otra sustancia llamada apolipoproteína», explica la doctora Carmona.
El problema es que aun faltan años para que pueda usarse en pacientes, porque todavía hay que validar la prueba.
Mientras tanto, la Unidad de Diagnóstico y Terapias de Sanitas es una alternativa, ya que este proyecto «pionero en España» permite en poco tiempo y de forma unificada saber si una persona padece algún tipo de demencia, sobre todo en los casos en que la enfermedad se encuentra en una primera fase, afirman desde el centro.
Los aspectos que cubre son tres: una primera valoración multidimensional que incluye: una evaluación clínica integral y neuropsicológica, marcadores bioquímicos (sustancias que pueden indicar la presencia de la enfermedad) y técnicas de neuroimagen que permiten un examen cerebral. En segundo lugar, consulta con un médico geriatra especializado que realiza una valoración cognitiva, afectiva, funcional y clínica y, por último, el acceso a un primer estadio de tratamientos especializados vía terapia de neuropsicología.
Como parte del tratamiento no farmacológico, esta Unidad ofrece a las personas con demencia y sus familiares un Programa de Estimulación Cognitiva centrado en sesiones grupales que favorecen las relaciones sociales para evitar la apatía y el aislamiento social; trabajo en el domicilio, con ejercicios que no duran más de una hora para que no pierdan la rutina, y sesiones con familiares para tratar temas como la depresión en los cuidadores.
Para ralentizar la demencia existen además talleres como los de pintura, que ayudan a mantener las capacidades intelectuales. Como señala la doctora Pilar Soler, experta en este tipo de terapias de estimulación cognitiva y emocional, «les ayuda a comunicar sentimientos que muchos ya no pueden expresar verbalmente».

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